miércoles, 9 de abril de 2014

Línea crítica: Rush (2013), dirigida por Ron Howard

Se nota que al alumno que ejerce la crítica cinematográfica le ha gustado Rush, sobre todo por su dirección, diseño de producción, sonido como compendio del ruido y la furia, y su narrativa visual.



Dos formas de entender la vida, dos formas de entender el deporte, dos formas de entender la Fórmula 1. Rush es uno de los entretenimientos más convincentes con los que me he topado en este año. Dirigida por Ron Howard (Apolo 13, Una mente maravillosa), narra la rivalidad que existió entre dos grandes campeones, el británico James Hunt, y el austríaco Nikki Lauda, durante la temporada automovilística de 1976. Al primero de ellos le da vida un inspiradísimo Chris Hemsworth (Thor), y al segundo, Daniel Brühl, que no pasó desapercibido para las academias y fue nominado al globo de oro como mejor actor secundario. Como digo, dos mundos opuestos pero complementarios. Un espectáculo.

James Hunt es un divertido embaucador que, entre carrera y carrera, no se pierde una fiesta. Vive en el límite, sin pensar en el mañana y conduce de igual modo. Nikki Lauda, por el contrario, es un tipo apocado, metódico hasta la náusea, que deposita su fe en las probabilidades y no en el azar. En cuanto se conocen, surge entre ellos un sentimiento mutuo, mezcla de fascinación, repulsa y envidia. Paradójicamente, el pulso que mantienen les hace evolucionar de la modesta Fórmula 3 a las grandes batallas de la Fórmula 1. Allí se verán las caras durante las dos temporadas siguientes, en las que se repartirán el triunfo. Si el qué ya lo sabemos, pues es historia deportiva reciente, el cómo es para flipar.

El diseño de producción es extraordinario, fiel a la estética del vestuario, peinados, objetos, etc., de los Setenta. Visualmente también nos transporta en el tiempo. Conjuga con acierto los tiempos de aventura (las carreras) con el drama. La química entre los actores, latente. Sentimos la peligrosidad de su relación. También sentimos el vértigo de la velocidad, de la muerte al acecho en cada decisión de los pilotos. El riesgo de las curvas, forma predominante en la narrativa visual. Fondos desenfocados, grandes angulares, una visión túnel de futuro próximo e incierto. Para ver más veces, amiguitos. El sonido, un compendio genial del ruido y la furia. Hay directores que saben dirigir. Y Ron Howard es uno.
Jorge Arellano
Alumno de Cine del CEV

No hay comentarios:

Publicar un comentario